El oso de Norilsk

¿No te parece ridículo que el tratamiento para tu trastorno de personalidad disociativo recién diagnosticado sea escribir un diario?

El café se ha enfriado y aún no has decidido con que frase empezar a escribir este maldito diario.

¿No te parece estólido que en un centro de atención de salud mental te obliguen a escribir un diario?

Querido diario.

¿A quién le vas a escribir? ¿A un diario o a nosotros? Irremediablemente lo leerás, inevitablemente lo leeremos.

¿Quieres ser escritor? ¿O simplemente quieres cumplir con la estúpida actividad que el médico recomendó? Escribe querido diario. ¿Qué más da?

Querido tú. Querido yo.

Queridos: Si la imaginación no alcanza, la locura será suficiente.

Hoy no se me ocurre nada para escribir. Pero como debo contar una historia, les contaré la aventura que vivió el viejo en la sesión de terapia que tuvimos esta tarde después de comer.

El viejo contó que cuando era joven, una prestigiosa revista lo envió a Norilsk, Rusia. Su consigna era simple, capturar imágenes de la reproducción de los osos polares. Fue uno de sus últimos trabajos, pero sin duda alguna, fue el viaje que más lo marcó. Dijo que ni siquiera siendo corresponsal de guerra fue tan conmovido con lo que sucedió en aquella travesía.

Del viaje no hay mucho que decir, dijo que normalmente viajaba con un fotógrafo aficionado, con un doble propósito: él lo asistía y a cambio él le enseñaba el oficio; explicó que a la compañía le resultaba muy conveniente porque se ahorraban la instrucción de los nuevos profesionales. A él no le causaba molestia instruirlo, lo que realmente le fastidiaba era la explotación laboral. Él cree que ese fue el principal motivo de su gordura, ya que aprovechaba bastante bien los viáticos como forma de compensación.

Dijo que se alejaron de la ciudad para incorporarse a su hábitat. Manejaron cerca de ocho horas y luego caminaron durante otras tantas acompañados de un guía local, pero no tuvieron éxito, no pudieron avistar ningún mamífero. La ventura compareció más tarde, cuando vieron a lo lejos a un grupo de intimidantes plantígrados que se encontraban reunidos, con un semblante notablemente afligido.

Fue entonces cuando experimentó un estremecimiento implacable, mientras su ojo estaba concentrado en mirar por la lente de la cámara, una presencia peluda apareció detrás de él. Era un cachorro de oso polar, supuso que recién nacido puesto que su tamaño aún no era amenazante. Apareció con ánimo juguetón, pero a pesar de su noble aspecto, permaneció inmóvil, completamente petrificado por la sorpresa. Dice que la mejor foto de ese viaje la tomo su asistente; la protagonizaba un oso bebé y un anciano estupefacto.

Lo más asombroso de la anécdota fue cuando el viejo dijo que descubrió que podía comunicarse con los osos, hablar con ellos. Muchos no le creyeron, pero yo si le creí. Si hay personas que aseguran hablar con dioses, ¿por qué no puede haber personas que hablen con animales? Intercambió un par de palabras con aquel pequeño oso antes de acercarse con el resto de la piara.

Nos contó que el oso líder de la manada expresó un discurso doloroso.

―Hace veinte años cometimos un error de novatos, nos dejamos seducir por las mieles de la industria. Pero no fue un simple desacierto, fue la mayor equivocación que ha cometido nuestra especie en miles de años. Un día llegaron unos hombres, seres ambiciosos, insaciables, corruptos, avaros, mezquinos… y nos ofrecieron lo que parecía el mejor negocio que jamás había convenido mi estirpe.

―Llegaron hasta el círculo polar ártico, vestidos con un ropaje que no era común de los hombres que venían cotidianamente a cazarnos, aunque sabíamos que eran sujetos distintos por su forma de vestir, inmediatamente transformamos nuestra actitud pacífica en una postura defensiva, al final son hombres, matan por placer.

―Nos ofrecieron ser la imagen de un refresco de cola con el afán de representar el frio por antonomasia de su producto. A cambio nos prometieron preservar nuestro hábitat natural para que siempre hubiera focas que cazar en el hielo marino. Fuimos unos ingenuos por haber aceptado, en realidad tampoco teníamos muchas opciones, los hombres de la industria son seres sin alma. Terminarían haciendo lo que ellos quisieran empleando instrumentos hiper extraños que inminentemente concluirían con nuestra existencia al instante si no aceptábamos.

―Hoy nos encontramos en una situación mucho más perniciosa, no sé cómo ni porqué, pero estoy seguro de que esos hombres son la causa de nuestra desdicha, nos están matando de la manera más vil posible; estamos agonizando. Los glaciares se están derritiendo, las banquisas ya no aparecen como antes, lo que dificulta la caza de las focas, las madres ya no pueden procrear a causa del hambre, nos estamos matando entre nosotros para sobrevivir. Nos extinguiremos irremediablemente.

Cuando terminó el discurso, el viejo se sintió un bodrio, pensó que no es posible que perteneciera a una especie tan perversa. Concibió la idea de entregarse como alimento para aliviar la culpa, pero tampoco solucionaría nada. Hubiera preferido ser devorado por esas bestias, pero lo único que hicieron aquellos mamíferos fue mostrarle la esperanza que guardan en sus brillantes y llorosos ojos. Le entregaron la consigna a la especie más impasible de todas.

Quisiera seguir recordando alguna otra historia para escribir, pero lo cierto es que soy incapaz de hacerlo, supongo que es por la pastilla que nos dieron para dormir. En fin, a lo mejor otro día, a alguien de ustedes se les ocurre algo más interesante. Hasta entonces, déjenme descansar.

Entradas populares de este blog

MIENTRAS MUERES

LLORAR SIN LÁGRIMAS

HACE VEINTE AÑOS