CLAUDIA: PRESIDENTA CON A

 

“Profundas gracias, gracias, gracias por siempre, ha sido un honor luchar con usted, hasta siempre hermano, amigo, compañero, Andrés Manuel López Obrador”, Claudia Sheinbaum Pardo.

Después de agradecer a los pocos mandatarios que asistieron el pasado primero de octubre a la toma de protesta de la titular del poder ejecutivo federal y después de largos y zalameros minutos de reconocimiento a Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum comenzó su discurso con una idea muy interesante: Hoy, primero de octubre de 2024, inicia la segunda etapa, el segundo piso de la cuarta transformación de la vida pública de México y también hoy, después de 200 años de la república (…), por primera vez, llegamos las mujeres a conducir los destinos de nuestra hermosa Nación. Y digo llegamos, porque no llego sola, llegamos todas.

Sin importar la preferencia partidista, habrá que reconocer que el hecho de que haya llegado una mujer a la titularidad del poder ejecutivo después de 200 años es, sin duda, una victoria democrática. Eso sí, habrá que obviar que fue la voluntad del presidente saliente la que impulsó, por no decir impuso, a la doctora Sheinbaum como coordinadora de la defensa de la cuarta transformación, pero eso es otra historia. Por el momento, celebro y reconozco a la primera mujer presidenta, con a, de los Estado Unidos Mexicanos.

Luego habrá que preguntarse si Claudia Sheinbaum llega a la presidencia o más bien será la interpósita persona del gobierno extendido de Andrés Manuel. Eso, sólo el tiempo podrá dictaminarlo. Por ahora pregunto, ¿a quién se refiere Claudia Sheinbaum cuando dice “llegamos”? La doctora lo dijo claramente en su discurso pronunciado en San Lázaro: Llegan todas las heroínas anónimas, a las invisibles, que con estas líneas hacemos visibles, a las que con nuestra llegada a la presidencia y estas palabras hago aparecer, las que lucharon por su sueño y lo lograron, las que lucharon y no lo lograron. Llegan las que pudieron alzar la voz y las que no lo hicieron, llegan las que han tenido que callar y luego gritaron a solas, las indígenas, las trabajadoras del hogar que salen de sus pueblos para apoyar a las demás, a las bisabuelas que no aprendieron a leer y escribir porque la escuela no era para niñas, llegan nuestras tías que encontraron en su soledad la manera de ser fuertes, a las mujeres anónimas, las heroínas anónimas, que desde su hogar, las calles, o sus lugares de trabajo lucharon por ver este momento, llegan nuestra madres que nos dieron la vida y después volvieron a dárnoslo todo, nuestras hermanas que desde su historia lograron salir adelante y emanciparse, llegan nuestras amigas y compañeras, llegan nuestras hijas hermosas y valientes y llegan nuestras nietas, llegan ellas, las que soñaron con la posibilidad de que algún día no importaría si nacimos siendo mujeres u hombres, podemos realizar nuestros sueños y deseos, sin que nuestro sexo determine nuestro destino, llegan ellas, todas ellas que nos pensaron libres y felices. ¡Qué momento tan emotivo! Pero pregunto, ¿de casualidad no llegan con la doctora las madres buscadoras de sus hijos desaparecidos? ¿no llegan tampoco las mujeres víctimas de feminicidio o las activistas de derechos humanos? ¿no llegan acaso las periodistas que luchan todos los días por la verdad? ¿y qué hay de las mujeres víctimas de violencia de género o las mujeres migrantes forzadas por violencia o pobreza o las mujeres encarceladas injustamente? ¿No llegan las trabajadoras sexuales? ¿tampoco llegan las mujeres defensoras del medio ambiente? No estoy seguro de que lleguen todas las mujeres, y en todo caso, si así fuese, como dice Dahlia de la Cerda: ¿quiénes van a barrer los cristales del techo de cristal que se rompieron hoy? (…) la presidenta es militarista, punitiva y tiene en su equipo a personas transodiantes.

En fin, al menos es bueno saber que Claudia es madre, abuela, científica y mujer de fe. Y que, a partir del primero de octubre de 2024, por voluntad del pueblo de México, es la presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Pero lo más importante es que gobernará para todos y para todas. Tengamos la certeza de que pondrá su conocimiento, su fuerza, su historia y su vida misma al servicio del pueblo y de la patria. No les voy a defraudar, dice. Ya veremos.

Pero bueno, le tomaré la palabra. Voy a observar con atención lo que ocurra en los próximos seis años, basándome en hechos y datos sólidos, no en discursos o promesas, y sin importar el género de quien esté al mando. Las conclusiones vendrán de la realidad, no de falsas expectativas ni de buenos deseos.

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