FEMINICIDIO MAQUILLADO
"Lo relevante en la mentira no es nunca su
contenido, sino la intencionalidad del que miente", Jacques Derrida.
En la “mañanera del pueblo” del 10 de octubre, la presidenta Claudia Sheinbaum sorprendió con una propuesta que podría parecer un avance en la justicia de género: dijo “lo que queremos es que la muerte violenta de una mujer siempre sea catalogada como feminicidio y se investigue como tal”. La idea es clara y contundente: cualquier muerte violenta de una mujer deberá ser investigada con esta perspectiva, y solo después, si los indicios apuntan a otro móvil, podría desestimarse como feminicidio.
La doctora sigue empeñada en impartir cátedra; esta vez, el tema fue el feminicidio. Y no la culpo. En un país donde el sistema educativo ha fracasado, la necesidad de educar es imperiosa. Pero insisto, al menos que se ilustre bien al “pueblo bueno y sabio”. ¿Qué dijo la doctora? “Feminicidio quiere decir que el motivo del que comete este delito tiene que ver con que la víctima es mujer, es decir, el feminicidio tiene que ver con el asesinato por ser mujer, es un crimen de odio”. Seamos precisos. El Artículo 325 del Código Penal Federal dice: “comete el delito de feminicidio quien prive de la vida a una mujer por una razón de género”. ¿Y cuáles son esas razones de género? La ley enumera: que la víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo; que haya lesiones o mutilaciones infamantes antes o después de la muerte, o actos de necrofilia; antecedentes de violencia del agresor hacia la víctima, ya sea en el ámbito familiar, laboral, comunitario, político o escolar; una relación sentimental, afectiva o laboral entre agresor y víctima; amenazas o acoso previos al crimen; que la víctima haya sido incomunicada antes de ser asesinada; que su cuerpo haya sido expuesto en un lugar público; o que el agresor la haya obligado a realizar una actividad o haya ejercido sobre ella cualquier forma de explotación. Es decir, no todos los asesinatos cometidos contra mujeres son, necesariamente, feminicidios.
Aquí una pregunta, ¿realmente se trata de un compromiso con
la justicia, o estamos ante una estrategia mucho más fría, perversa y
calculada? Las cifras no mienten, aunque pueden ser muy convenientes
dependiendo de cómo se presenten. Esto ya lo hemos visto antes. La presidenta
Claudia Sheinbaum se ha llenado la boca diciendo que entre 2019 y 2022, la
Ciudad de México registró una disminución del 51% en los homicidios, un logro que
presume con orgullo. Sin embargo, este triunfo es resultado de una manipulación
estadística porque el 35% de las muertes se registraron bajo el ambiguo rubro
de “eventos de intención no determinada”, es decir, homicidios no clasificados.
Ahora, bajo la bandera de la defensa de los derechos de las mujeres, la presidenta propone un nuevo enfoque: que toda muerte violenta de una mujer se investigue como feminicidio. A simple vista, esto podría parecer un avance significativo en la lucha contra la violencia de género, pero la pregunta que surge es si en realidad estamos ante un mecanismo para replicar la misma estrategia de las cifras maquilladas, esta vez a nivel nacional. Si cada caso de muerte de una mujer empieza bajo la etiqueta de feminicidio, es evidente que el número de homicidios disminuirá automáticamente. ¿Será que la presidenta, cuando habla de su estrategia de seguridad, se refiere a un plan efectivo para reducir la violencia, o más bien a un perverso juego calculado donde las cifras hacen el trabajo sucio mientras se vende la ilusión de un país más seguro? ¿No estará preparando el terreno para que las estadísticas de homicidios disminuyan de forma artificial, creando la percepción de que la violencia ha bajado, aunque en realidad sólo se haya ocultado bajo nuevas etiquetas? ¿No será esta la verdadera estrategia de seguridad de la presidenta?
Ya veremos qué cifras mágicas nos presenta la presidenta en su informe de los primeros 100 días de gobierno. Seguro nos contará, con su lánguida sonrisa triunfal y sin pudor, cómo la violencia ha disminuido drásticamente gracias a su impecable estrategia, y cómo el país, según sus gráficas favoritas, es ahora un cuento de hadas. Pero mientras nos recita ese cantar, no olvidemos que la mentira no radica sólo en lo que se dice, sino en lo que se omite. Ya no estamos para cuentos, ni para discursos que sólo sirven a quien los inventa. No mentir, no robar, no traicionar al pueblo, ¿recuerdan su consigna? Pues en cualquier lado, la manipulación de la información a conveniencia y la omisión a beneficio, no sólo son vulgares mentiras, sino la más cínica y perversa de las traiciones.