UN ALCALDE SIN CABEZA

 

El terror no es lo mismo que la violencia; es, más bien, la forma de Gobierno que llega a existir cuando la violencia, tras haber destruido todo poder, no abdica, sino que, por el contrario, sigue ejerciendo un completo control, Hannah Arendt.

La imagen es atroz. Un cuerpo sin cabeza en el asiento del copiloto. Sobre el techo de la camioneta, una cabeza cercenada con maestría. Un rostro de semblanza serena.

La imagen duele. La imagen estremece, indigna, sacude. Un alcalde decapitado en Chilpancingo, Guerrero, a una semana de haber asumido su cargo. Alejandro Arcos Catalán. Ahí yace su cuerpo mutilado, cubierto por una cobija gris, abandonado brutalmente en el asiento del copiloto de una camioneta. En el toldo, la cabeza separada de su cuerpo exhibida con una frialdad monstruosa.

Condeno y lamento el brutal asesinato, pero permítaseme la pregunta, ¿por qué nos sorprendió tanto este homicidio en particular? ¿Acaso no es el pan nuestro de todos los días? La decapitación de una persona no debería ser vista como un fenómeno aislado, ni mucho menos como un evento extraordinario en un país donde 566 personas fueron asesinadas durante la primera semana del nuevo gobierno. ¿Por qué entonces, este homicidio acapara los reflectores de la opinión pública?

La violencia en México no es un acto aislado, sino un régimen que ha transformado la cotidianidad en una amenaza constante. Las decapitaciones y los asesinatos no son, tristemente, eventos que quiebren la norma, sino mecanismos de un terror que ha encontrado en la fragmentación social su mejor aliado. Nos sorprende la brutalidad del asesinato del alcalde porque nos gusta imaginar que la barbarie es la excepción y no la regla. Nos asombra este homicidio porque así mantenemos la ilusión de que la violencia sigue siendo un fenómeno controlable y que el Estado todavía tiene alguna relevancia. Nos alarma este asesinato porque nos confronta con la realidad y nos recuerda que los siguientes, podemos ser nosotros. Lo que ocurre en Guerrero, y en tantas otras regiones del país, es el reflejo de un país donde la violencia ha dejado de ser un medio y se ha convertido en un fin en sí mismo, un ciclo que no necesita justificarse, que ya no responde a un propósito político, sino que se mantiene como un dispositivo de control social. Alejandro Arcos Catalán es, lamentablemente, un rostro más de todas las víctimas de la violencia en México. Por cruel que sea, no es una anomalía en la vida política de México, es un recordatorio doloroso de la desintegración del Estado. El pan de cada día para miles de mexicanos sigue siendo el mismo: violencia, impunidad y un Estado que se desmorona entre discursos de indignación.

¿Qué dijo la presidenta al respecto? Varias cosas. Primero, el 07 de octubre dijo: “Sobre el lamentable suceso del presidente municipal de Chilpancingo, (…) se están haciendo las investigaciones necesarias para saber cuál fue el motivo y cuál fue el móvil, y por supuesto hacer las detenciones correspondientes. Mañana viene el Gabinete de Seguridad y podrá explicarles con más detalle. Más tarde en la misma conferencia también agregó, “Chilpancingo, el municipio, no aparece dentro de los municipios de mayor número de homicidios, pero tiene esta situación en donde hace unos días asesinaron al responsable de seguridad y ahora al alcalde”.

¿Qué dijo Harfuch, actual secretario de Seguridad y Protección ciudadana al otro día? (…) estamos apoyando en las investigaciones requeridas y vamos a continuar trabajando para esclarecer este caso y detener a los responsables, por supuesto”.

Lamentables sus respuestas. Pero ¿qué hay sobre la estrategia de seguridad que presentaron? Lo único novedoso es que no repitieron como loros la famosa y trágica consigna de “abrazos, no balazos”. Sin embargo, La esencia de la nueva estrategia es continuidad pura. La “nueva” Estrategia Nacional de Seguridad se articula en torno a cuatro ejes: atención a las causas estructurales de la violencia, la consolidación de la Guardia Nacional, el fortalecimiento de la inteligencia y la investigación, y la coordinación con las entidades federativas.

Me gustaría preguntar si esta estrategia de seguridad será suficiente para reducir la violencia, pero intuyo de antemano la respuesta. Entonces me pregunto ¿puede esta estrategia de seguridad combatir un fenómeno que ha echado raíces tan profundas en la desesperanza cotidiana de las comunidades? Lo que México enfrenta hoy no es una simple cuestión de más patrullajes o mejores programas sociales, sino la tarea titánica de devolverle el sentido a un Estado que ha sido despojado de su capacidad de salvaguardar y garantizar la vida.

El homicidio de un alcalde, con su crudeza y su brutalidad, es un recordatorio que nos muestra por un instante, la realidad que preferimos ignorar, esa en la que el terror, como forma de gobierno, sigue dominando sobre las ruinas de un poder que dejó de existir hace mucho tiempo.


Entradas populares de este blog

MIENTRAS MUERES

LLORAR SIN LÁGRIMAS

HACE VEINTE AÑOS