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BOTARGUERO DE ROBOT

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  “Lo inquietante no es que el mundo se tecnifique totalmente. Lo verdaderamente inquietante es que el hombre no está preparado para esta transformación”, Martin Heidegger. Complejo Sensorial de Reclusión de Hefestia. Año 2127. Nicómedes, hermano. No pienses que no he querido afrontar la responsabilidad que me acongoja, pero tú sabes que en esta maldita cárcel que inventaron en los años veinte del siglo pasado, sólo te permiten dieciocho minutos de desconexión cada año, minutos que ahora aprovecho para agradecerte la bondadosa oportunidad laboral que me brindaste y al mismo tiempo, para pedirte perdón, a fuerza de cruel tortura, por todo lo sucedido. Diría que no fue mi culpa, pero he tenido bastante tiempo a solas con mis pensamientos, que he terminado por aceptar mi pendejismo.  No sé por dónde empezar, pero trataré de hacer un esfuerzo. Primero. ¿A quién se le ocurrió la brillante idiotez de contratar a alguien como bortarguero de robot? ¿Por qué no mejor dejar que personas...

ÁNIMA

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  “La técnica no es la enemiga del hombre, sino la condición de una nueva humanidad. Pero para ello, debemos dejar de tratarla como un simple instrumento”, Gilbert Simondon. Leopoldo Astorga Arnaiz fue la última persona a la que se le implantó el chip. No el último del día, sino el último de todos. ¿En qué momento dejamos de ser humanos para convertirnos en cíborgs? O, mejor dicho: ¿alguna vez lo fuimos? Todo comenzó sin dramas ni escándalos. Primero con unos lentes de prescripción exacta que, de paso, grababan audio y video. Luego vinieron los visores de realidad aumentada: mirabas una calle y flotaban las reseñas del café, el historial penal del mesero, las alergias del tipo que pasaba corriendo, la aprobación social del peinado de una desconocida. Cada rostro llevaba una etiqueta: disponible, inestable, influyente, irrelevante. Después llegaron los famosos audífonos implantables: traducían cualquier idioma en tiempo real, pero también lo que debería seguir siendo incomprensible....

HACE VEINTE AÑOS

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Don Esperanzo Espíndola Espericueta se acostó sin hacer demasiados aspavientos. No porque quisiera salvaguardar el frágil sueño de su esposa, sino más bien porque la base de madera carcomida de la cama pendía de un hilacho. Ansioso, fijó sus ojos hacía el húmedo techo, pero su mirada se encontraba en la melancolía de su pasado. Quería fumar otro cigarrillo, pero solo quedaba uno, y no podía permitirse despertar sin nada a la mano que sacara humo. Esa tarde había preferido comprar un billete de lotería antes que su cajetilla de cigarros. Porque era una u otra cosa, ya que en su desgastado y sempiterno monedero de piel de vaca explotada solo había lo justo para uno de sus vicios. Pero no calculó bien y, por si fuera poco, confundió el día de raya pensando que mañana sería viernes. —Ya duérmete. ¿Ya duérmete? ¿Cómo quieres que me duerma si otra vez esculcaste mis cosas?, pensaba. Hacía más de veinte años que no revisaba si un cachito era ganador o no. Compraba su billete todos los días s...

MIENTRAS MUERES

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  Para Abril y Máximo,  gracias a la rebeldía de pensar  las vocales malditas de Óscar. Máximo, mírame, muchacho mexicano. Mientras mees mal, mereces mutismo, mereces mudez. Muéstrame máxima mirada, muchacho mimado. Mira mi mensaje. Morirás, Máximo. Manifiéstase mortalidad. Mientras mueres, muchacho malcriado, mírame. Mucha muchedumbre mencionará: mierda morfarás. Mente, muchacho mocoso, mucha mente. Morfa mierda. ¡Mucha mierda! Mas morfa más macarrones, melones, mejillones. Morfa mangos, molletes, mixiotes. Morfa mermelada, morfa membrillo, morfa manzanas. Morfa mitos, morfa murmullos, morfa milagros. Morfa mares, morfa manglares, morfa manjares. Máximo, mírame, muchacho melindroso. Muchos mortales muestran misericordia, mas muchos más muestran maldad. Muchos monos miserables, mienten. Muchos mapaches mugrosos, marrullan. Ministros malvados, manipulan. Mentadas multitudes, masácralas, muérdelas, muéstrales misantropía. Mas multitudes múltiples, majaderos, miedosos, m...

LLORAR SIN LÁGRIMAS

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  Padre Marcelo Pérez Pérez, in memoriam.   A principios del nuevo milenio, el periodista y afamado explorador méxico-hawaiano, Rufus Redondo, fue testigo de una conversación que habría de cambiarle la vida. Rufus regresó después de varios años al pueblo natal de su madre, una comunidad al sur de México. Hacía muy poco tiempo que se había propuesto recuperar sus recuerdos más felices y sospechaba que aquel inhóspito lugar le ayudaría a refrescar su endeble memoria. Sus recuerdos eran difusos y se le presentaban de manera parcial y sin sentido. Se aferraba a un indescriptible sentimiento que experimentaba cada vez que intentaba recordar el aroma de pino en las montañas. Aquella mañana salió a caminar muy temprano rumbo a la iglesia. Trataba de llenar sus pulmones con grandes bocanadas de aire matutino. Sonreía sin saber por qué lo hacía y se mantenía atento por si algún recuerdo emergía en medio de la neblina. Le hacía mucha ilusión encontrarse con el sacerdote que lo había aco...